Cliente:

NASURSA

Lugar:

Valle de Erro-Aezkoa

Arquitectos:

María G. Ferro + Jordi Castro

Fecha:

Junio, 2010

Sobre el proyecto

Nos encontramos con un programa funcional de naves y oficinas, elementos neutros y homogéneos que permitan plantear la máxima flexibilidad para las variaciones que el tiempo plantee a sus usuarios.

Todo ello en un paraje excepcional, un valle pirenaico de belleza intensa ante el cual, el edificio debe reaccionar.

Tratando de responder a ambos deseos, que en principio se plantean como opuestos, ya que en apariencia la neutralidad es la mejor compañía de la flexibilidad, nuestro proyecto persigue una solución de repetición de unidades.

UNIDADES

El programa del centro polivalente se articula en torno a dos piezas principales, las naves y las oficinas, completadas con una zona de usos comunes.

La arquitectura comienza cuando todo funciona, por ello, buscamos el esquema que mejor atienda a las necesidades de polivalencia del edificio, con lo que, lejos de especificar y determinar ámbitos para cada una de las funciones, buscamos una solución de unidad neutra y homogénea que permita cualquier función en su interior.

Un único modelo que se usa por agregación para componer las distintas necesidades del edificio. Así, el interés no se centra tanto en una solución cerrada de un problema, como en la producción de sistema que permita entender un proyecto como múltiples posibles.

Así, en este pentagrama vacio, podemos ubicar las necesidades con un amplio margen de combinatoria, que nos permita una gran polivalencia tanto inicial del proyecto, como futura, en donde unir dos unidades o tres sea posible, al igual que el proceso inverso de segregación.

El proyecto presentado no es más que una de las múltiples opciones que se permiten, la que hemos entendido mejor para este momento inicial, pero establecida dentro de un sistema abierto que nos permita modificarla.

VARIACIONES

Emplazados en medio de este valle pirenaico, el edificio debe buscar resonancia con aquel lugar donde se ubica, y la máxima polivalencia no es una merma en esa búsqueda, sino el origen de cómo resolverla, que no otro modo que la variabilidad de la unidad óptima antes explicada.

Planteamos una unidad de 14,80 × 14,80 metros, y a cuya cubierta planteamos una pequeña modificación que consiste en elevar cada una de sus esquinas en un metro más que la anterior.

De este modo, obtenemos una unidad que funcionalmente es homogénea y neutra en toda su superficie, pero que aplicándole giros de 90º nos permite alcanzar una variación y complejidad que no merman su polivalencia.

Este conjunto de restricciones formales, que podría ser considerada, en un principio, como una severa limitación a las posibilidades de resolver problemas funcionales y a la expresión formal, se utiliza como un catalizador del proyecto.

Permitiéndonos una amplia combinación de variantes que, simplemente por el diálogo que establecen las diferencias de unidades, nos produce una complejidad deseada en un lugar tan plagado de referencias montañosas, de construcciones populares de marcadas cubiertas, un simple mecanismo que nos acerca a entrar en diálogo con el valle.